La promotora catalana transforma villas, clubs y festivales en experiencias irrepetibles; entre sold outs, Sant Joan masivo y contenido en redes sociales, sus organizadores cuentan cómo pasan de evento a marca
El Halloween de SHARK podría haberse quedado en una fiesta más de disfraces, pero no. Lo que se vivió fue otra muestra de la fórmula que está convirtiendo a esta organización catalana en referencia de la noche contemporánea: experiencias pensadas al detalle, escenarios inusuales y una comunidad que se desplaza, se reconoce y vuelve.
«Nos la jugamos haciéndolo al aire libre en octubre, pero ha salido perfecto», dice uno de los organizadores, mirando el recinto lleno. «Vendimos todo. Y eso pasa casi siempre. Pero no porque sí: es porque intentamos hacer la fiesta que querríamos vivir nosotros».

Esa es la clave. SHARK no se entiende como un evento repetible. Cada edición cambia el espacio, la ambientación, la narrativa. Puede ser una discoteca convertida por completo, puede ser una villa privada vuelta club efímero, puede ser la playa en Sant Joan convirtiéndose en una de las fiestas más grandes del verano catalán. El contexto es distinto, pero hay algo reconocible: la sensación de estar dentro de algo que solo pasa esa noche.
«Nunca hay dos SHARK iguales», repite el organizador. «La experiencia está pensada desde que entras hasta que sales: luces, música, activaciones, momentos que no anunciamos nunca…». Incluso la mascota —el Sharkie— se entrega casi como trofeo. «No queremos ser la fiesta que tira peluches. Si te lo llevas es porque has vivido la noche como la queríamos diseñar».

La estrategia se ha ido expandiendo. Este último año dieron la vuelta a Cataluña con eventos consecutivos, se asentaron en Madrid con fechas fijas y firmaron apariciones en clubs y afters vinculados a festivales, llevando su sello allí donde pueden intervenir la atmósfera. A eso se suma un universo paralelo: contenido constante en TikTok e Instagram, vídeos semanales en YouTube y una marca de ropa en camino.
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«El paso grande es dejar de ser solo una fiesta y ser una marca», explica. «Pero una marca entendida como una forma de ser. Ser SHARK es atreverte, innovar, ir un paso más allá sin perder sentido. No es salir de fiesta y ya. Es ir a SHARK».
Y quizá sea eso lo que hace que haya gente que cruza el país para llegar a una de estas noches. Que, en vez de recordar una canción o una barra, recuerdan una escena entera.
Que, después del susto, queda el recuerdo.
Y después del recuerdo, vuelves.
