El artista puertorriqueño ofreció un maratón de 44 canciones por noche ante 33.600 fans en total, con un show sin pausas y cargado de energía callejera
La música urbana latina encontró su altar esta semana en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Myke Towers, uno de los grandes nombres del reguetón y el trap en español, ofreció dos conciertos consecutivos que arrasaron tanto en energía como en asistencia: 16.800 personas por noche, según la promotora The Project. Dos noches sin respiro, sin baladas, sin zonas de descanso. Dos noches de fuego, donde el artista repasó un arsenal de 44 canciones por función, comprimidas en 100 minutos de pura adrenalina.
En la primera velada, el miércoles 28 de mayo, Myke Towers dominó el escenario sin instrumentistas, con beats contundentes, una puesta en escena dominada por llamaradas, luces cegadoras y una inquietante pantera hinchable. Enfundado en blanco, de gorro a zapatillas, fue concatenando ‘hits’ como ‘Lala’, ‘Si se da’, ‘La playa’ o ‘Darte’, en una especie de trance colectivo. El Palau vibró entre las líneas más hedonistas del reguetón y las sombras introspectivas del trap, dando espacio incluso al rap con mensaje social —como en ‘Vetements’ o ‘Los bo’— y un momento de freestyle improvisado con dos fans del público.
Pero la segunda noche añadió un ingrediente inesperado: Bad Gyal, reina catalana del dancehall y figura clave de la escena urbana, apareció como invitada especial en uno de los momentos más celebrados de la noche. Con su inconfundible actitud y voz, se unió a Towers en un explosivo remix de ‘Mi Lova’, y juntos firmaron un dueto que desató la locura en el Sant Jordi. La complicidad sobre el escenario fue evidente, y su presencia elevó aún más la temperatura de un público que ya estaba al límite del delirio.
Towers se mostró agradecido, conectando con la audiencia entre canción y canción, aunque sin aflojar el ritmo. Su presencia es magnética, su voz profunda impone incluso entre las líneas más suaves, y su dominio del escenario convierte cada aparición en una experiencia hipnótica. El tramo final, con el gorro volando al suelo y los clásicos ‘Degenere’ o ‘En la forma que me miras’, selló la comunión total con sus seguidores, muchos de ellos adolescentes entregados a un sonido que funde sensualidad, violencia emocional y una narrativa callejera que, en directo, se transforma en ritual.
Barcelona fue testigo de algo más que dos conciertos: vivió una declaración de poder de un artista en su apogeo. Y con la inesperada aparición de Bad Gyal, la segunda noche se convirtió, definitivamente, en una velada para la historia del reguetón español.