Esta película de terror, disponible en Netflix y presentada el pasado enero en el Festival Sundance, explica cómo una pareja de refugiados tiene que hacer frente a una casa encantada y a sus fantasmas personales.
El dolor, la culpa o el miedo son algunos de los sentimientos que podemos encontrar en el filme. Ha sido escrito y dirigido por el director británico Remi Weekes, a partir de una historia de Felicity Evans y Toby Venables.
Rial Majur, interpretada por Wunmi Mosaku (Lovecraft Country, The End of the F***ing World), y Bol Majur, interpretado por Sope Dìrísú (Sand Castle, Humans), son el dúo protagonista que lleva toda la carga emocional. Después de huir de la guerra que azotaba un territorio del Sudán del Sur, llegan a Londres. Allí, consiguen el asilo y son ubicados en una casa medio en ruinas. Esta se convertirá, con el paso de la cinta, en otra protagonista más.
Mientras que la mayoría de casas encantadas tienen los espíritus dentro, en este caso el director ha querido cambiar el esquema. La pareja es la que trae consigo a la presencia y será la encargada de atormentarlos.
Se trata de un ‘apeth’, o bruja nocturna, una creencia popular de Sudán del Sur. Aparece cuando una persona consigue algo después de robárselo a otra. Aunque no puede infligir dolor de forma directa, sí que puede atormentar a las víctimas ejerciendo influencia sobre ellas mediante el mundo del subconsciente o bien a través de distintos fantasmas. En el caso de los Majur, personas de su pasado que han dejado atrás o que fueron asesinadas por el conflicto bélico.
Además se tiene que añadir otro cambio: la pareja no puede escapar de la casa porque no tiene el derecho de buscarse un lugar mejor. Lo único que pueden hacer es acostumbrarse a vivir dentro de ella junto a los fantasmas que los acompañan. Están atrapados.
Un terror presente en la vida de muchas personas
El rasgo más importante de His House es que Weekes construye, con gran acierto, una película de terror que es también una crítica social. Esto lo hace combinando lo paranormal con el horror que han experimentado las personas que llegan a otro país como refugiadas.
Los traumas que la pareja trae consigo se mezclan con la incertidumbre de estar en un nuevo país sin saber si podrán quedarse o no. Los responsables de tomar esta decisión quedan retratados como personas frías e indiferentes, como si no les importase saber que muchas vidas dependen de ellos. El cinismo de estos personajes contrasta con el alivio que muestran los Majur cuando, después de mucho tiempo de espera, consiguen permanecer en Londres.
Este consuelo no dura mucho. Las condiciones que les imponen para conservar el asilo y la forma en la que un trabajador tira una bolsa de basura al suelo, donde dentro tienen sus escasas pertenencias, indican que han escapado de un horror para entrar en otro. Este está basado en el racismo y los prejuicios.
La forma de encarar esta situación permite ver la dualidad de la pareja. Por un lado, Rial es consciente que no los quieren allí y cree que la solución es escapar. Por otro, Bol hace todo lo posible para parecerse a la gente de su entorno, llegando incluso a perder su identidad y costumbres por el camino. Esto se puede ver en las distintas escenas en las que comen. Al principio lo hacen al suelo y comen con las manos. La situación va cambiando hasta que el hombre insiste en comer a la mesa y usando cubiertos, aunque su pareja no se sienta cómoda porque “solo sabe a metal”.
¿Cuál era el ‘apeth’ de Rial y Bol?
Hemos hablado de lo que es y de lo que representa el ‘apeth’ o bruja nocturna. La pregunta que una persona se hace mientras mira His House es por qué se aparece en esta pareja que ha sufrido tanto, y que sigue haciéndolo.
La solución aparece casi al final del filme, en un giro argumental sorprendente. Se descubre que la niña que habían perdido ahogada en el mar, Nyagak, interpretada por Malaika Wakoli-Abigaba, en realidad no era su hija. A través de un flashback se explica que Bol se la llevó cuando esta estaba buscando a su madre en medio del caos. De esta forma, se aseguraba subir al autobús porque iba con la niña. Su acción terminó con la muerte de la pequeña en el agua.
Así pues, el hecho de vivir en Londres con su pareja se había convertido en la oportunidad que el hombre había robado a Nyagak.