Mirador de Montepinar afronta sus últimas juntas al son de la crisis del coronavirus.

Hay acontecimientos que marcan nuestra madurez como persona. Ha habido generaciones que han notado el paso del tiempo cuando Martes y Treces La bola de cristal dejaron de emitirse en la gran pantalla. En la misma medida, la generación millennial vivió con gran intensidad odas a la juventud como Friends Física o química.

Pero Alberto Caballero ha tenido la capacidad de unir a diferentes generaciones en dos títulos que pasarán a la Historia: Aquí no hay quién viva y sobre todo, La que se avecina. Esta última acabará permaneciendo durante trece años en la televisión.

Mirador de Montepinar cerrará sus puertas, pero siempre permanecerá en el recuerdo de los españoles. El pinchito, el descapotable, el mayorista que no limpia pescado, la pelusilla, me minas la moral, una cosilla que se me viene a la mente o a pagar pasarán a los anales de la Historia.

Tal y cómo ocurre en España, siempre tenemos dos bandos. A un lado, están las personas que perciben la serie como pornografía humorística. A otro lado, tenemos a voces excesivamente molestas con el exceso de estereotipos en los personajes y de tramas que pueden considerarse inverosímiles.

Sin embargo, la estrategia de marketing ha permitido enganchar a su público. Como toda obra artística, tiene sus puntos a mejorar. Las acciones dignas de vergüenza ajena supusieron un abuso de la herramienta humorística. Pero claro, hay muchas ocasiones en las que la realidad supera a la afición.

Además, la sociedad española suele ensalzar al esperpento que tanto engrandeció Valle-Inclán. Al igual que ocurrió con A tres metros sobre el cielo, lo que debería convertirse en un juicio hacia el comportamiento del español medio, acaba siendo una justificación de nuestros vicios.

Eso sí, su emisión continua en Factoría de Ficción (FDF) permitirá que todos sus momentos más emblemáticos queden en nuestra retina y en consecuencia, se pueda realizar un juicio con mayor rigor crítico. Mientras tanto, toca esperar a que Mirador de Montepinar sea suplida por otra urbanización que nos siga haciendo reír.