El artista llenó de buena vibra el Wizink Center en un concierto que devolvió a los asistentes a los días de verano.
Si vas a un concierto de Carlos Sadness sabes que en cuanto empiece el primer acorde vas a trasladarte a un espacio-tiempo de verano permanente. Y tras el estío tan atípico que hemos vivido, era una sensación que se cogía con muchas ganas.
El Wizink Center disfrutó anoche de lo grande de uno de los artistas indie más influyentes de nuestro panorama.
Comenzó el espectáculo caminando entre el público dirección al escenario mientras cantaba Ciclo Lunar, Hale Bopp fue la canción que siguió, muy aclamada por el público. El catalán llegaba para presentar su Tropical Jesus, trabajo que estrenó en junio, tras haber pisado el mismo lugar el pasado 23 de febrero.
Ukelele en mano, indiscutible acompañante en sus conciertos, pudimos escuchar temas como Isla Morenita, Ahorita o Amor Papaya.
Los asistentes llenaron el emblemático estadio cantando a todo pulmón y bailando desde su asiento. Sadness y su público tienen un vínculo muy especial. Cabe destacar además que el catalán estuvo de un lado a otro del escenario en las diferentes canciones pendiente de que nadie se perdiera de primera mano su puesta en escena, e interactuando con ellos entre cada tema, explicando alguno de ellos y contando anécdotas.
Agradeció en todo momento que hubiesen acudido a su concierto en un momento tan complicado. Y hubo hasta sorpresas como un rap y un tema que volvió a incluir en la gira.
Aloha, Te quiero un poco y Ahorita pusieron el punto y final a un concierto colorido, lleno de buen rollo y con olor a verano. Una experiencia inolvidable.