Todos los secretos del ensayo general y el primer concierto de la gira de Operación Triunfo
Son las cuatro de la mañana. Dentro de ocho horas y media estaré asistiendo al primer ensayo general de la gira de Operación Triunfo. Algo más de veinticuatro horas después, al primer concierto, que tendrá lugar sobre el escenario del Bilbao Exhibition Centre (BEC).
Por delante aguardan cuatro horas y media de trayecto en autobús. A medida que este se aleja del centro de Madrid en su camino hacia el País Vasco, el paisaje gris y el ambiente cargado y pegajoso son sustituídos por el verde y el frescor del norte. En Bilbao –o Bilbo, como lo llaman los propios bilbaínos, algo que yo no me atrevo a hacer por sentirme demasiado foránea– todo el mundo parece tener un bar de pintxos que recomendarte (Pianamul), un obrador de bollos de mantequilla que no te puedes perder (Zuricalday). Sin embargo, estos días todo se ve opacado por la conversación que se escucha en todas las esquinas; si se presta atención al diálogo de un grupo de adolescentes cualquiera, lo más probable es que comenten lo emocionadas que están por el concierto de “OT”. Nadie habla de otra cosa.
Todo Bilbao habla del primer concierto de OT
Lo que iba a ser un pase de prensa al ensayo general íntegro resulta serlo tan solo a tres canciones: Historias por contar–himno de la edición–; Quédate, de Bizarrap y Quevedo; y Libertad, de Nil Moliner. Una no puede evitar preguntarse qué sentirán los jóvenes exconcursantes, solos sobre el escenario, mientras toda la prensa graba –así nos han instruído– y, con el móvil en la mano, no puede ni aplaudir al final de las actuaciones. Sin embargo, toda esta impersonalidad queda atrás una vez llega el momento de entrevistarlos.
Aunque solo consigo hablar con unos pocos, y durante apenas unos minutos, ello basta para demostrar por qué fueron seleccionados. Cada uno tiene su propio magnetismo, algo especial que aportar a la conversación. Martin mira a los ojos, asiente, sonríe y escucha, piensa su respuesta y contesta con atención y cuidado; Denna muestra la confianza y extroversión de una amiga de toda la vida; Chiara juguetea nerviosa con el micro, y aún así sonríe constantemente y ofrece comentarios perspicaces; Cris habla ilusionado de su playlist de influencias musicales, que se llama inspiration. Todos tienen proyectos y todos tienen pasión.
Algo especial
Y no solo la tienen, sino que también la despiertan. La noche del viernes, el cielo empieza a nublarse; a las dos de la madrugada del sábado, bajo la lluvia, aguardan ya las primeras fans. Entre tiendas de campaña y chubasqueros de plástico se sientan las niñas, adolescentes y jóvenes. Esperan con camisetas de su concursante favorito, con pancartas y regalos. Tienen su dedicación y tienen su juventud. El día siguiente la lluvia persiste, pero la cola ya da vueltas alrededor del BEC. Alrededor del BEC circulan, también, los grupos que van llegando, apresurados, en el último momento. Hay niñas de aproximadamente cuatro años que, con sus zapatos de luces, bailan agarradas y juegan a las palmas; madres que miran desinteresadas el móvil mientras caminan junto a sus hijas; veinteañeras nerviosas.
No solo tienen pasión, sino que también la despiertan
Dan las ocho. En el interior del recinto, las emociones están a flor de piel y el mínimo estímulo es suficiente para hacerlas estallar. En las pantallas aparecen anuncios de ING y Alpro, y el público comienza a gritar. Espontáneamente se arrancan a corear el nombre de Juanjo hasta en cuatro ocasiones, y el de Martin en otra. Todos estos gritos palidecen, sin embargo, en comparación a los que se desatan cuando comienzan los primeros acordes de la conocida sintonía del programa. Uno a uno van saliendo los exconcursantes, al son de Libertad. Quizás por estar en su casa, el getxotarra, Martin, es quien más felicidad parece irradiar en esta ocasión. Se emociona ya en esta primera canción, y vuelve a hacerlo con Escriurem, junto a Chiara.
El público pasa por todo el espectro de emociones, desde el carácter desenfadado de I kissed a girl, Padam Padam o Unholy hasta la emoción de God Only Knows. Las jóvenes bailan con Let’s get loud, gritan con Corazón hambriento y contienen la respiración con ¿Y cómo es él? o Cuando zarpa el amor. Todo el BEC, en absoluta oscuridad, se ilumina bajo las linternas de miles de teléfonos móviles durante El Patio. Desde mi puesto de prensa adivino a ver a los otitos bajo el escenario; si antes Martin bailaba con Criminal, ahora observa atentamente, junto a sus compañeros, y junto a las miles de personas que llenan el recinto.
El BEC iluminado bajo las linternas
Uno a uno los artistas van agradeciendo con un «eskerrik asko Bilbo”. Cuando, tras dos horas, llega el final de Quédate, todos los que antes bailaban se miran unos a otros. El concierto ha terminado. Después de unos instantes, todo el mundo busca la salida. Mientras subo por las escaleras entreoigo a la mujer que avanza detrás de mí exclamando “¡Increíble, no desafinaban nada!”.
A la salida del BEC los grupos se reúnen. Algunas llevan la máscara de pestañas corrida; otras aún lloran; otras ríen y recuerdan las mejores actuaciones; otras se sientan en el suelo, en silencio, envueltas en sus abrigos. Es hora de volver a casa. Las jóvenes se despiden para llegar a coger su autobús, que parte a las dos de la madrugada; para llamar al Uber que les lleve al hotel; o para marchar hacia la cafetería en la que pasarán la noche, esperando a que salga el tren de las ocho. Todas se abrazan. ¿Ahora qué? Algo así es ser fan.