El film polaco llega al estrellato gracias al impacto mediático de Netflix y a su trama bañada en el erotismo
El auge de Netflix está permitiendo que el Cine acentúe en mayor medida su carácter universal. De este modo, queda vigente que además de Estados Unidos e Inglaterra, existen más nacionalidades que sientan cátedra en el Séptimo Arte gracias al fenómeno del streaming.
365 Dni ha sido un claro ejemplo de esta tendencia. Los principales valedores de esta obra de arte, el actor italiano Michele Morrone y la polaca Anna-Maria Sieklucka, han visto un claro aumento de su popularidad. No es para menos, Massimo y Laura, protagonistas de la película, han dejado una huella más que infranqueable.
Muchos expertos exigen que no se juzgue a un libro por su portada. Podemos decir lo mismo de una joya cinematográfica que engrosa la mayor parte de la trama en el sexo llevado al panorama de la fantasía. Es cierto que grandes títulos como Sex Education o 50 sombras de Grey son un claro indicio de la normalización de los encuentros sexuales en la gran pantalla.
La trama se centra en un mafioso llamado Massino y una mujer de negocios llamada Laura. El destino permiten que se reencuentren en Silicia y al mismo tiempo, nazca la locura en el gentleman trasalpino. En ese momento, los acontecimientos se ven sometidos al delirio, obviando todo raciocinio.
El secuestro a la propia Laura, dándole un año para que se enamore de su secuestrador abrieron la mecha a una de las fantasías eróticas por excelencia en «la realidad». La intelectualidad se ausentó, permitiendo que el sexo fuera la solución a todos los problemas.
Esta circunstancia ha provocado que numerosos críticos la cataloguen como un ensalzamiento al Síndrome de Estocolmo. Incluso hay voces que ven a la cinta como “una de las más antiguas, falsas y más irritables excusas de una violación: que no puede ser una violación si parece que después del hecho ella ‘lo disfrutó’”.
Sin embargo, es necesario entender que nos encontramos ante una obra llena de realismo en términos respectivos a la incoherencia que puede establecer el género humano a la hora de ejercer la práctica sexual. Por tanto, la calma debe imperar en su análisis.
Al fin y al cabo, el sexo tiene dotes teatrales y por supuesto, el Cine manifiesta gran parte de vicios sociales necesarios para su corrección. Ese hecho no exime a que los sucesivos acontecimientos merezcan su reproducción en la realidad.
Mucha gente se lleva las manos a la cabeza al recordar como gran parte de la generación millenial idealizó hasta el extremo la relación entre Hache (Mario Casas) y Babi (María Valverde) en la mítica película A tres metros sobre el cielo. Nada más lejos de la realidad, aquel clásico de la Literatura trasalpina es una muestra del realismo que necesita la juventud para darse cuenta de que no son inmunes a una relación tóxica. Casi una década después, la tortilla ha dado un gran vuelco. El quid de la cuestión es: ¿para bien o para mal?