Alejandro Bejarano aterriza en un caluroso Madrid, y comanda los sentimientos de la Moby Dick en el vaivén de las facetas del amor con un directo encantador
A veces Madrid sorprende. Junio llena la capital de sus contrastes, de la tormenta a la calma, mientras hace un calor inesperado y constante. Como una noche de domingo en Moby Dick, en la que el capitán de la emoción es mairenero y deja a sus tripulantes con un gran sabor de boca.
La espera se hace en calma. Reencuentros, grupos de amigos y familia. Muchas historias que contar entre copas. Ya el primer concierto en casa había calado fuerte al sevillano. «Estaba deseando que llegase hoy, porque quería sentir lo mismo». Y así lo hizo.
Se mueve como quiere al dulcificar los versos, hacerlos rugosos o más cálidos. Sabe mimar sus propias letras y descifra los momentos que le han llevado a componerlas. Entre puentes y estribillos sigue conservando esa timidez encantadora que supone cantar desde dentro. Y en esos momentos, parece que el niño que cantaba prácticamente en secreto ha ido cumpliendo sueños.
Inseparable guitarra…
Bastó el escenario con un par de guitarras, con el propio Alejandro y unos grandes solos de su acompañante a la guitarra. Se sorprendió del calor de Madrid tanto como del recibimiento del público.
Los nuevos temas que sonaron en la capital prometen muchas horas de nueva (y muy buena) banda sonora del cantautor, que hizo gala de sus varios registros luciendo notas altas, giros e instantes cómplices con un público entregado… los mismos que en una ocasión llegaron a emocionarle.
En momentos puntuales dejó la guitarra a un lado para dar mayor intensidad a la interpretación en directo /Fuente: María Salgado Paraíso
Con la presentación para cada una de las canciones que interpretó, Alejandro hizo un verdadero recorrido por todos los estadios del amor y las relaciones, un tour de sentimientos ágil, variado y desde dentro. Canciones de amor nacido, acabado, del recuerdo, dolor y la complicidad.
… para cantar nuevos amores
Alejandro Bejarano abrió su historia al amor guardado en Cajas de cartón, pasando por un Beso lento imaginario en las mágicas playas de Cádiz. Para los que necesitan tocar el amor, tenerlo entre las manos y fundirse, el cómplice Braille de salón robó el corazón de la Moby Dick.
Lo confieso, soy sicario plantea toda la una declaración de intenciones ante aquellos que disfrutan con el sufrimiento ajeno, con unos versos contundentes y un toque pícaro. «Que nadie os haga caer», decía Alejandro Bejarano antes de interpretar el tema y arrancando los vítores del público. En una clave algo diferente del resto de su discografía, aporta un aroma más rebelde y reivindicativo.
La Moby Dick lo señalaba sincera en No hay nadie como tú, pegadiza, descarada y de la superación de recuerdos y amores fallidos. Pero también es posible dar alas a la imaginación y soñar una historia de dos posible en los sueños… ante el interrogante de Cómo hubiese sido amarte.
Un dueto inesperado y clásicos
Uno de sus momentos más dulces preguntaba Dónde está el amor, de Pablo Alborán y Jesse&Joy. Pero para interpretar esta conocidísima canción contó con una compañera de escenario. De entre el público apareció María Parrado para ofrecer una versión donde las voces, perfectamente empastadas, fueron las protagonistas.
No faltaron sus temas más recientes, como Pasaba de ti o Te echo de menos. También hubo espacio para dar una vuelta por un Cielo sin estrellas… y un apoteósico cierre con el coreo de la sala especialmente emocionante en Atardeceres llorando por verte. Un tema que lleva a fuego en su carrera, llave para desenvolver las emociones del público y hacer soltar algunas lágrimas.
La promesa cumplida
Con un cálido agradecimiento por la acogida y el apoyo a la cultura que también extendió a la sala y sus músicos. «Estamos en un momento super complicado que nos ha tocado vivir, y nos ha quitado tantas cosas, pero era muy necesario que llegasen días como hoy, de volver a vernos las caras, de desgraciadamente solo poder veros los ojos… pero me he dado cuenta de que se habla mucho más por ellos que por la boca», se sinceraba ante el micro.
Tras la entrevista a distancia en un complicado 2020 y la promesa de un concierto en la capital, el verano ha hecho posible cumplir ese deseo. Y cuando la música se compone desde la verdad, corazón en mano, no hay nada que pueda frenarlo. Vivir un concierto íntimo con toques de locura permite comprobar que es cierta esa sinceridad suya, tanto encima como fuera del escenario.
Una noche mágica, de calor y diluvio momentáneo, la chispa de los reencuentros. Una oportunidad para comprobar que Madrid tiene ese color especial cuando se le acerca un trocito de Sevilla con notas del sur, llamado Alejandro Bejarano.