Entre tejidos rescatados y nuevas masculinidades, el segundo día de la 361 edición pasarela catalana apuesta por la belleza que no caduca
En el recinto modernista de Sant Pau, la segunda jornada de la 080 Barcelona Fashion no desfiló: respiró. Respiró memoria, rebeldía y cierta melancolía —como si cada prenda supiera que fue otra cosa antes, y que esa segunda vida le sienta mejor.
La palabra del día fue suprarreciclaje, pero la energía iba más allá del concepto. Se trataba de mirar lo usado sin miedo, de transformar el error y el exceso en una belleza imperfecta. Una estética que ya no busca lo nuevo, sino lo sincero.
Zoe Oms abrió la jornada con un romanticismo torcido, de luces suaves y sombras largas. Su colección parecía escribir una carta de amor a la feminidad que duda, que no posa. Después, Aleixandri Studio agitó la sala con su “In Nomine Heretica”, una misa queer donde el corsé medieval se mezcló con códigos punk y ironía post-internet. La colección era una plegaria y una provocación al mismo tiempo.
Santamarta, fiel a su ADN sostenible, convirtió lo residual en lenguaje poético. Cada tejido tenía memoria y propósito; cada prenda, una segunda oportunidad. Luego, Lemachet propuso una masculinidad con pliegues: vulnerable, amable, con ese aire de nostalgia que recuerda que los hombres también lloran —y que hacerlo puede ser tendencia.

La tarde se cerró con Moisés Nieto, quien celebró sus 15 años en la moda con un homenaje silencioso al tiempo: denim reciclado, algodón que huele a infancia y una elegancia que no necesita gritar. Fue un cierre maduro, de diseñador que ya no busca impresionar, sino emocionar.
Fuera, entre las bóvedas modernistas y el murmullo de fotógrafos y estilistas, quedaba la sensación de que la moda catalana está en un punto de inflexión. Menos espectáculo, más sustancia. Menos brilli-brilli, más alma.
Porque si algo demostró este segundo día es que la belleza ya no se mide en metros de tela o likes, sino en verdad. Y en eso, la 080 va unos pasos por delante.
