Las lesbianas, una de las letras más invisibilizadas del colectivo LGTB+

A pesar de ser la primera letra de las siglas del colectivo -LGTB-, las lesbianas nunca han estado a la cabeza de la representación. De hecho, más bien al contrario. Rara vez se les ha dado voz. “Me di cuenta a los 15 años de que me gustaban las mujeres, pero podía haber sido antes si hubiera sabido que no hay una sola forma de ser”, decía ayer la cantante Chiara Oliver en el pregón del Orgullo de Madrid. Esta es, sin tapujos, la realidad. Si ya es difícil ser parte de esta comunidad, ser mujer es un añadido. Parece que hay una regla establecida. Si eres ‘masculina’ automáticamente el término bollera -que nunca lesbiana- cae sobre ti como una etiqueta, sin embargo, si eres ‘femenina’ hay dos opciones: quizá eres bisexual (pero como te siguen gustando los hombres no hay problema) o, sin duda, no hay otra opción que decirte que estás confundida y que, por supuesto, todo aquello que estás sintiendo es producto de tu imaginación. 

Chiara lo dijo claro. Si ella hubiera sabido antes que ser ‘femenina’ y lesbiana eran compatibles, no le habrían robado parte de la vida que siempre le perteneció. Pero claro para eso, primero tenían que haber existido referentes. O más bien, debían tener espacio para hablar. Cómo iba alguien a pensar que esa persona era lesbiana si su relación sentimental se tildaba, en grande, en las portadas de los mayores periódicos como ‘una bonita amistad’. Así era la vida (y sigue siendo) en el mundo real. 

Chiara Oliver / Carmen Calleja

Buscarse en la ficción

Por ello, la ficción siempre fue la gran aliada de las lesbianas. “Yo también he visto The L word buscando sentirme representada”, admitía la menorquina. Pero aquí, en las series y películas, tampoco era un camino de rosas. Las relaciones sáficas aparecían -si es que llegaba- un par de capítulos y, en caso de ser algo más extensas, no te preocupes que, sí o sí, alguna de las dos moría, era atropellada o desaparecía de la faz de la tierra antes de poder tener un final feliz. Cómo íbamos a querer abrazar la palabra lesbiana si no tenía un final feliz ni siquiera en la ficción. 

La adolescencia lésbica pasaba por eso. Por verte series a cambio de 2 minutos de contenido entre dos mujeres, por escuchar en bucle ‘Por amor al arte’ o ‘Mujer contra mujer’ y por intentar pronunciar la palabra lesbiana sin sentir que tenías un látigo en la espalda. E incluso, por qué no decirlo, a intentar forzarte a que los hombres te gustaran. 

Luz entre las sombras

No nos vamos a engañar, las cosas ahora no han cambiado de forma radical, pero, poco a poco, parece que la luz se va haciendo camino entre las sombras. “No nos podemos olvidar de todas las que nos precedieron”, admitió la joven. Parte del camino allanado es eso, muros que las que vinieron antes tuvieron que demoler. De las que se amaron en las sombras o, como dice la canción de Mecano, ‘por debajo del mantel’. 

Ahora, aunque el camino sigue empinado, tenemos espejos en los que vernos reflejadas. Hay series donde encontrarnos, incluso producciones españolas (admitidlo, estáis todas enganchadas a Luznhoa y las Mafin) y hay canciones donde los pronombres femeninos no se disimulan pronunciando poco. Hay canciones que se llaman ‘La invitada’, donde se habla explícitamente de relaciones sexuales entre mujeres. Hay canciones como ‘Mala costumbre’ donde se dice, alto y claro, ‘LAS DOS’. Canciones que son un abrazo a las niñas que crecieron sin encontrarse en versos y un chute de energía para aquellas que están empezando a encontrarse. 

No hay que bajar los hombros, por supuesto. Nos siguen matando. Nos siguen odiando. Seguimos siendo apartadas y, por supuesto, seguimos siendo utilizadas como producto sexual para los hombres. Pero ahora, estamos juntas. Como dijo Chiara: “Si alguna vez te has sentido excluida o has pensado que no mereces amor, aquí estamos tus hermanas para levantarte”. Y no mintió. Gritaremos, aunque sigan lanzando piedras. 

La importancia de la representación lésbica

Aún parece una alucinación admitir que dentro de un programa de televisión, la palabra lesbiana era una rutina. Que entrábamos dentro de su programación y que teníamos espacio. Sí, Chiara, has ayudado a gente. Has sido el abrazo a la que seguía evitando definirse. Has sido la tirita de las que buceaban en google buscando: “¿cómo sé si soy lesbiana?”. Has sido el reflejo de la libertad adolescente con la que muchas soñaban. Has sido referente, en mayúsculas. Desde la naturalidad, sin pretensiones, pero lo has sido. Ayer lo viste, una abarrotada plaza de Pedro Zerolo coreaba tu nombre llena de colores. Llena de niñas libres.

Las niñas que vengan podrán encontrarse en tus canciones. Podrán crecer sabiendo que eso también es normal y que, por tanto, se pueden permitir querer a una mujer. Podrán ser un poco más libres y completamente lesbianas. La palabra lesbiana impacta. En especial, para quien empieza a darse cuenta de que le pertenece. Impacta porque significa que ese insulto que tantas veces te habían lanzado, ahora es una realidad. Es tu realidad. Pero ahora, gracias a Chiara Oliver, suena mejor. Mucho mejor. 

“Queremos que no nos censuren, queremos ser”, dijo. Simplemente eso. Poder ser sin que te borren. Poder ser sin miedo. Poder ser sabiendo que existes. Y que, como dijeron ayer: “Hay gente que te quiere no a pesar de lo que eres, sino por lo que eres”. Lesbiana.