Ela Taubert interpreta todos sus temas con la sola compañía de una guitarra frente a una pequeña audiencia compuesta principalmente por niñas.
Con tan solo veintitrés años, la colombiana Ela Taubert lidera las listas de éxitos virales en España y países de Latinoamérica. Durante la pandemia empezó a profesionalizar su carrera musical en TikTok. Actualmente, su single Cómo pasó, un fenómeno en esta red social, cuenta con más de treinta millones de visualizaciones en YouTube. A pesar de su juventud, dirige sus videoclips y compone sus canciones. Esta tarde tocará sus temas frente a un público formado por niñas. Mientras me encamino a la live session a la que estoy convocada a las siete de la tarde, pienso en que es un claro ejemplo de la nueva cara de la industria musical, que nace, crece y se mueve en redes sociales –me pregunto, a qué precio–. Más allá de eso, es una joven con talento y pasión.
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Entre mariposas, rosa y azul
El evento tiene lugar en el Centro de Madrid. Es uno de esos pocos días del año en los que las calles de Lavapiés y el sol de primavera hacen que una se alegre de estar caminando por esta ciudad. Ya en la cola aguardan niñas y mujeres de todas las edades. Han ganado un sorteo, y todas ellas, con sus prendas rosas y azules –colores de marca de Ela– van preparadas para la ocasión. Mientras esperan, algunas reparten horquillas de mariposas –también símbolo de la cantante–; otras, comentan animadas sus canciones favoritas, o aseguran que lo que realmente les gusta de las que están apunto de escuchar son sus letras, con las que les es imposible no conectar.
Una madre y una hija
Una hora después de lo previsto nos hacen pasar al interior del recinto. Este está decorado con mariposas e inundado en una luz morada; de fondo, suenan en bucle discos de Taylor Swift y Olivia Rodrigo, claras influencias de Ela. En la zona de prensa, a mi lado, se sienta una madre con su hija, que no debe tener más de siete años. La mujer me cuenta que fue periodista en Madrid hasta que decidió volver a Valladolid. Han hecho todo el trayecto solo para poder ver a la cantante. Le pregunto a la pequeña por su canción favorita pero, tímida, me contesta que le gustan tanto todas que no sería capaz de elegir. La live session comienza al fin con un saludo de Ela, quien asegura que está “tan emocionada” que no recuerda “ni qué momento del día es”.
Mientras yo grabo las canciones, la que fue periodista graba a su hija disfrutando de ellas. En un momento, la niña toma el teléfono de las manos de su madre y se enfoca a sí misma, junto a ella, cantando la letra.
Ponerse primero a una misma, marcharse a tiempo y crecer
Ela canta con la precisión propia de un disco grabado, pero con la emoción de quien se abre con cada palabra. Tras finalizar cada tema, la colombiana da una explicación que tiene el aire de una pequeña moraleja. Habla de «sobrepensar», de ponerse primero a una misma, de la importancia de saber marcharse a tiempo y de crecer. Nos hace prometer que no grabaremos un single que aún no ha salido, y las niñas a mi alrededor corean “promesa de meñiques” cuando Ela lo pide. Las observo: todas están en esa edad en la que aún no has rechazado los aspectos de tu feminidad que consideras vergonzosos –el rosa, las mariposas– para ser la chica diferente; yo estoy en esa edad en la que ya he conseguido reclamarlas. Los últimos acordes en sonar son, por supuesto, los de Cómo pasó.
A través de las redes sociales
Cuando finaliza el concierto, todas las niñas hacen cola para poder sacarse una foto con la joven a la que admiran, frente a un fondo formado por una enorme mariposa. Yo me aparto, y desde la zona trasera del recinto las contemplo. Me pregunto cómo habrán encontrado a Ela. Me pesa la idea de que, aún con lo pequeñas que son la mayoría, probablemente habrá sido a través de las redes sociales. Es la vida, supongo. Me pregunto si sus preocupaciones serán las mismas que tenía yo con ocho, nueve, diez, once o doce años. Posiblemente serán más.
Todavía son niñas
Con todo, hacen fila, como yo la hacía, para conocer a su ídolo; van vestidas de rosa, sonríen, dan la mano a sus madres o miran el móvil. El flash de la cámara se dispara y se abrazan a Ela, que las abraza de vuelta. Me tranquiliza saber que pueden admirar a una mujer que cuide de ellas, y que les haga llegar enseñanzas importantes como las que la cantante ha ido comentando. Todavía son niñas. Estarán bien.